«Durante el lento progreso del cristianismo, un deseo por la restauración secreta de la Diosa Madre antigua se extendió desde los campesinos hasta la clase alta. En la actualidad, para la mayoría de los católicos, la Virgen María es una fuente de inspiración mucho más importante que la de su hijo.»
«Ahora, los católicos que necesitan consuelo espiritual se arrodillan ante la Virgen María en vez de hacerlo ante el crucifijo de su Hijo sufriente.»
En la Europa antigua no hubo dioses masculinos. Las primeras diosas fueron mujeres.


A FINES DE MAYO, fuimos, como siempre, a la Furia del Libro en el Centro Cultural Estación Mapocho. Fue un éxito total. Estaba lleno de gente. Era difícil aproximarse a muchos stands.
El único libro que me compré fue «El paraíso universal: Ensayos sobre mitología, religión y cultura«, de Robert Graves (Saposcat, 2019), un hermoso libro, que me costó 15 mil pesos, y que ya está agotado. El título en inglés que publican es: «Difficult Questions, Easy Answers» (1964). Trae un prólogo de Neil Davidson, a quien no conozco; no sé quién es. Un buscador me lleva a un importante sociólogo marxista escocés que falleció en 2020, pero claramente no lo escribió él.
Como Traductor Inglés-Español y Francés-Español, titulado en la Universidad Católica en enero de 1978, yo considero que la traducción -de Lucía Graves, hija del autor- no es buena. Puedo dar ejemplos.
Yo había leído «Rey Jesús«, de Graves (y, por supuesto, vi «Yo, Claudio«), y sabía de sus conocimientos de la mitología antigua, pero nunca me imaginé todo lo que me iba a aportar en esta aventura a la que me he lanzado que no sé hacia dónde me conduce. Y que comenzó cuando, en junio de 2022, visitamos Vindolanda en el norte de Inglaterra con mi hijo. Allí supimos que había numerosas dedicatorias religiosas relacionadas con la Dea Syria y una especial a la diosa Hammia,
«Cuando al fin el cristianismo sustituyó la deteriorada religión olímpica, sus cinco diosas principales fueron destronadas y un sacerdocio cristiano y célibe asumió el control de toda la moralidad pública», escribe Graves (p. 61). «Su dios, tomado de los judíos, aún es adorado como un monarca oriental del primer milenio antes de Cristo, cuyos cortesanos se pasaban el tiempo alabando sus poderes irresistibles. De él aprendieron a tratar a las mujeres como seres inferiores e irracionales; o sea, como sus esclavas innatas«.
Acá descubrimos que estamos en el medio de una batalla entre feministas y machistas; entre sociedades matriarcales y sociedades patriarcales. Una batalla que las mujeres siguen perdiendo.
Pero la primera diosa fue una mujer. Las primeras diosas fueron mujeres.
Esto verdaderamente es fuerte.
Graves afirma que en la Europa antigua no había dioses masculinos (p. 60). A principios del segundo milenio antes de Cristo, «cuando los pastores patriarcales del este poco a poco conquistaron los reinos aún matriarcales de Europa, arrebatando finalmente a las mujeres todo poder religioso y político, el cambio de gobierno no sólo supuso una glorificación de la conquista masculina, sino que el despojo gradual de las mujeres de su antiguo control sobre todos los oficios, hasta entonces bajo el mando de la diosa, con lo cual terminó el reinado del amor materno«.
CÓMO EMPEZÓ TODO ESTO
En «Una historia de Dios» (Paidós, 2017), Karen Armstrong expresa que, en el paleolítico, cuando se estaba desarrollando la agricultura, el culto a la Diosa Madre expresaba la idea de que la fertilidad que transformaba la vida humana era sagrada. «Los artistas esculpían estatuas representándola como una mujer desnuda y embarazada; los arqueólogos han encontrado ejemplares de ella en toda Europa, en Medio Oriente y en la India».
Durante muchos siglos, persistió en la memoria la importancia de la Gran Diosa Madre. Ella era más poderosa que el Dios del cielo (Armstrong, p. 29). El Dios del cielo era una figura secundaria. Los sumerios la llamaron Inana. Los babilonios, Ishtar. Los cananeos, Anat (en la traducción del libro de Robert Graves mencionan que la llamaban «Anatha» en Siria y Palestina, y que fue diosa compañera de Jehová). En Egipto, era Isis. En Grecia, Afrodita. En Roma, Venus.
«En todas estas culturas se inventaron historias muy parecidas para expresar su función en la vida espiritual del pueblo», dice Armstrong (p. 29).
Graves afirma que mientras avanzaba lentamente el cristianismo, se intentó una «restauración secreta» de la Diosa Madre antigua desde los campesinos hasta la clase alta. «En la actualidad, para la mayoría de los católicos, la Virgen María es una fuente de inspiración religiosa mucho más importante que la de su hijo» (p. 67). Que los católicos que necesitan contención, consuelo espiritual, «se arrodillan ante la Virgen María en vez de hacerlo ante el crucifijo de su Hijo sufriente».
Cuando una persona se encuentra en apuros, prefiere el apoyo de una madre tranquila, dice Graves.
Históricamente, la Virgen representa la voluntad de vivir, de curar y de amar.
Fue creciendo cada vez más fuertemente la necesidad de tener una gran diosa entre los campesinos y ciudadanos mientras sus soberanos guerreros los atormentaban y explotaban en nombre de Dios (Graves, p. 61). Los santos locales demostraron ser insuficientes y «esta necesidad fue satisfecha al fin por un culto de la Virgen María, la cual fue identificada por los místicos cristianos, al principio secretamente, con el espíritu de la sabiduría divina«.
«Ya por la Edad Media se la adoraba públicamente como la Reina de los Cielos, y de ella salieron divinidades (abosom) locales llamadas Nuestra Señora de tal o cual lugar. Pero el relato verdadero sobre sus orígenes la Iglesia cristiana nunca lo divulgó.»
Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de Fátima…
La religión cristiana no nació de la nada. Viene impregnada de todas las otras religiones e influencias que existían en los primeros siglos de la era cristiana: la cultura griega, la filosofía griega (los estoicos, los neoplatónicos), las religiones de los misterios, los gnósticos, las religiones paganas, el mitraísmo (que en ese tiempo era un «hit»)…
En Carrawburgh, quedan los restos de un fascinante templo a Mitra. Los romanos llamaban a este fuerte Brocolitia. Es del siglo III d. de C. Los altares que se encuentran en el Templo de Mitra son réplicas. «Los altares originales se encuentran en una reconstrucción a tamaño real del interior del Carrawburgh Mithraeum, que se exhibe en el Great North Museum de Newcastle.» Nos perdimos este museo cuando llegamos a Newcastle en el Citroën C3 que habíamos arrendado en Liverpool. La verdad es que, a esas alturas, ya no podíamos ver a un romano ni en pintura. Después de haber pasado varios días en Carlisle (Cumbria), y haber visitado varios museos romanos de los alrededores, estábamos verdaderamente saturados de romanos, y nos dedicamos más bien a buscar el bar donde podrían haber tocado en sus comienzos The Animals con Eric Burdon (no lo encontramos).

«Los altares fueron consagrados por los comandantes de la Primera Cohorte de Bátavos, estacionados en el fuerte en los siglos III y IV. Tras ellos, y asentada en la cornisa, habría una escultura que representaba la acción central de la religión: Mitra capturando y matando al toro primigenio en una cueva. De esta matanza surgieron todos los beneficios de la humanidad. Para reflejar la escena, los altares eran oscuros y sombríos», señala David Breeze en Hadrian’s Wall (English Heritage, 2006, p. 23).
«The altars were dedicated by the commanding officers of the First Cohort of Batavians stationed at the fort in the third and fourth centuries. Behind them, and seated on the ledge, would have been a sculpture of the central action of the religion, Mithras capturing and killing the primeval bull in a cave. From this slaying sprang all the benefits of mankind. In order to reflect the scene, mithraea were dark and gloomy.»
Volviendo a María, en «The Virgin Goddess: Studies in the Pagan and Christian Roots of Mariology«, Stephen Benko describe el proceso por el cual María se convirtió en «el rostro femenino de Dios» o en la imagen espiritualizada de la iglesia y escribe: «María terminó por ser declarada como la “Madre de Dios”, lo cual es un término totalmente pagano lleno de nuevo significado cristiano. ¿Acaso María se convirtió en una diosa cuando se realizó tal afirmación? La respuesta de los cristianos fue, y sigue siendo, un indignante «¡no!», pero, de hecho, María asumió las funciones de las divinidades femeninas paganas y, para muchas personas cristianas y piadosas, ella hizo, y sigue haciendo, todo lo que las antiguas diosas solían hacer».
«Si Dios está al comienzo de todo, ¿cómo puede haber una ‘madre de Dios’?», me comentó una vez un nestoriano. (Se reunían en la iglesia de Pedro de Valdivia con Grecia.)
Stephen Benko, un teólogo cristiano de tradición bautista, era profesor de Historia Antigua e Historia del Cristianismo Primitivo en la Temple University of Philadelphia (Departmento de Religión y Filosofía). Para él es importante el lugar que ocupa la «Reina del Cielo» en el cristianismo. Remonta las raíces de María a reinas celestiales de Grecia, de Roma y del Mediterráneo: Artemisa (Diana), Astarté, Ceres, Cibeles, Deméter, Ishtar, Isis…
«El cristianismo no añadió ningún elemento nuevo a la religión cuando introdujo en su teología conceptos tales como ‘Virgen’ y ‘Madre’; en lugar de esto, avivó y perfeccionó las imágenes que ya existían en numerosas formas en la mitología pagana», comentó Benko.
La combinación de creencias de diferentes tradiciones («sincretismo«) es habitual en las religiones mediterráneas.
«La Virgen María, uno de los principales pilares de la religión cristiana, no es una creación ex nihilo de esta religión, sino que tuvo su origen en divinidades anteriores que podemos retrotraer hasta la Isis egipcia. Tanto sus características de madre divina como la iconografía que la ha representado a lo largo de más de cuatro milenios nos llevan a concluir que la madre de Jesús es un ejemplo del sincretismo religioso del que no está exento ningún corpus religioso», señala José Ramón Urios de la Iglesia en su Trabajo Final de Carrera: «De Isis a María: un ejemplo de sincretismo religioso. Evolución iconográfica de la Diosa Madre desde el antiguo Egipto hasta el cristianismo» (Universitat Oberta de Catalunya, UOC, 2023).
Lo mismo plantea Katherine Burdick, de la institución católica Providence College (Rhode Island) en «El poder de las madres: Una comparación de la diosa egipcia Isis y de la Virgen María durante el Imperio Romano a través de la literatura y del arte«.
Katherine Burdick escribe que el pueblo romano estaba buscando una figura religiosa porque su panteón original les pedía que buscaran algo más. «Tanto Isis como María eran interesantes (‘intriguing’) para el pueblo romano porque satisfacían sus demandas de una figura maternal y protectora».
Las personas, los seres humanos, necesitan una figura que los proteja. Esto es natural. Esto no es extraño. Se necesita esa protección. No de un ser sobrenatural, no de una potencia divina. De un ser que, como nosotros, nació de mujer. Somos los seres humanos. Los seres nacidos de una mujer. No somos dioses. No somos sobrenaturales. Necesitamos protección. Necesitamos ayuda. Necesitamos que nuestra madre esté allí siempre.
Katherine Burdick cita a Stephen Benko: «Los conceptos paganos y cristianos del papel de la mujer acá corren uno al lado del otro hasta que el concepto pagano converge con el cristiano y María emerge como la figura suprema». Esta misma cita en su original en inglés: «Pagan and Christian concepts of the role of the woman here run side by side until the pagan concept converges with the Christian one and Mary emerges supreme«.
And Mary emerges supreme.
Necesitamos esa protección.