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Juan Radrigán es puro teatro

domingo, octubre 16th, 2016

A MEDIADOS DE DICIEMBRE DE 2012, me encargaron de la revista CARAS entrevistar a Juan Radrigán.

Nos reunimos en el Teatro del Puente el miércoles 19 de diciembre de 2012 a las 11 de la mañana.

Allá, Diego Bernales hizo las fotografías.

Después, cruzamos el Parque Forestal caminando y conversando sobre lo eficientes que eran las empresas de derechos de autor para cobrar en todo el mundo. Tratamos de ingresar al restaurante «El Cuervo» para fumar y tomar café, pero no aceptaban fumadores. Finalmente, nos instalamos en un bonito café de Lastarria.

Nos llevamos muy bien, compartíamos el interés por Job y por el Antiguo Testamento. Y la admiración por Bielsa.

La entrevista la publicó la revista CARAS el 22 de enero de 2013.

Esta es la entrevista.

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Juan Radrigán es puro teatro

  • Si le sacaran el teatro al Premio Nacional de Artes y Representación 2011, no quedaría nada. Ni los huesos.
  • Escribe por lo menos cinco horas todos los días. Lo hace a mano, en hojas blancas, sin líneas.

 

LO sorprendió la llegada de Marcelo Bielsa a Chile. La alegría que le trajo al pueblo. Juan Radrigán (75, tres hijos) estaba craneando una obra basada en el concepto del “asado amargo”, porque siempre nos preparábamos con ilusión para ver a La Roja y terminábamos llorando. “No me dejó escribir esa obra Bielsa, porque empezamos a ganar”.

No es que le falten obras: ya tiene más de cuarenta. El crítico de teatro Agustín Letelier lo considera “la más alta personalidad del teatro chileno en los últimos 30 años”.

Desde 1979, Juan Radrigán es puro teatro. Si le sacaran el teatro al Premio Nacional de Artes y Representación 2011, no quedaría nada. Ni los huesos.

Incluso le ha transmitido este amor inmenso a su hija Flavia, también dramaturga. “Nos leemos las cosas. Nos pedimos consejos. Ella está escribiendo bastante. Ahora tiene una sobre El Criollito, el último de los fusilados, uno que le gustaban los tangos y que mató a un sastre. Ya está terminando ya”.

Con su mujer actual, la actriz Silvia Marín, tiene una hija de 15 años, Rocío. Radrigán cree que también va a escribir. Por ahora, diseña trajes japoneses y va a encuentros de animé.

DESPUÉS DE HACER LAS FOTOS EN EL TEATRO DEL PUENTE, CRUZAMOS EL PARQUE FORESTAL conversando acerca de que le pagan el 10 por ciento de las entradas cada vez que montan una obra suya. Se asombra de que el sistema funciona muy bien, incluso en el extranjero.

Sobre todo ha sido así con “Amores de cantina”, la obra musical que presentará en el Teatro Nescafé de las Artes entre el 16 y el 20 de enero de 2013. Es la quinta temporada del drama. “La han dado harto, y en lugares con mucho público. ¡Los que trabajan son terribles, sí, poh!: María Izquierdo, Ema Pinto, Luis Dubó, y el mismo que estaba ahora en el Teatro del Puente, Fafifo (Francisco Ossa), quien ¡hace un muy buen personaje!”.

Como las obras de Shakespeare, “Amores de cantina” es en verso:

“Lo cabrón es que nacimos

pa’ querer y que nos quieran,

de otro modo perdimos

lo único que nos dieran”.

El dramaturgo reflexiona: “Debe tener algo porque le llega mucho al público”.

En el restorán “El Cuervo” no aceptan fumadores, de modo que nos instalamos en un bonito café del barrio Lastarria. Radrigán pide café con leche. Yo, Nescafé.

Durante 2013 van a estrenar cuatro de sus obras. “Los voy a aburrir con teatro”.

—Es de los que más ha estado presente en los últimos años.

—Sí, persistente. Empecinado en seguir escribiendo.

—¿Qué se siente ser una leyenda viviente?

—¡Ah, es que no me doy cuenta! ¡Ja ja ja! (se ríe con ganas).

—Marietta Santí, crítica de teatro, opina que las leyendas vivientes son Alejandro Sieveking, Egon Wolff, Gustavo Meza y usted.

—Meza es más director, ¿ah? (aclara de inmediato). Tiene algunas obras.

—Pero no una gran cantidad…

—No, ¡ni una gran calidad tampoco! (vuelve a reír).

Sieveking y Wolff merecen el Premio Nacional, opina. “Pero es cada dos años: ¡hay que tener cuidado de que no nos andemos muriendo!”…

Otro fecundo dramaturgo de más de 70 años, Luis Rivano, no le gusta mucho: “Es facho. Después del 73, la única parte donde se podía encontrar libros de izquierda era su librería. Tenía puesta la Cantata Santa María en la vitrina y no le pasaba ninguna hueá. Mucha gente reconoció en la librería de Luis Rivano los libros que les habían sacado en los allanamientos. Por eso no lo quiero”.

 

NO VA MUCHO AL CINE, PERO LE AGRADA LA CIENCIA-FICCIÓN. Le parece sorprendente la película “El gran pez”, de Tim Burton. Disfruta a Beethoven y también a Berlioz y Ravel. Dentro de lo popular, Violeta Parra, Víctor Jara, Rolando Alarcón. Entre los poetas, Oscar Hahn, Armando Uribe (saludamos a su hija Catalina cuando veníamos llegando al local) y Tomás Harris.

Le encanta la cazuela de vacuno.

Si tiene más tiempo un fin de semana, escribe más, o va a ver alguna obra de teatro.

Pero lo que más hace es escribir (“ése es mi quehacer”) y ver a los hijos (“quisiera verlos siempre”). Trata de escribir unas cinco o seis horas diarias, a mano, en hojas blancas sin líneas. Después, lo pasa al computador. Lo ideal, cuenta, es en la mañana, de ocho a una. “Lo que escribo a esa hora es el material en el cual yo confío; el que arreglo después en las noches”.

—¿Corrige mucho?

—Harto, pero en la medida que voy escribiendo, ¿ah? ¡Si para una obra escribo hasta 400 páginas! Decanto mucho.

Una obra son, en realidad, 35 páginas de computador. (Usa el PC sólo para esto; ni sabe lo que son Twitter y Facebook, y tampoco es esclavo de un celular.)

Luis Vera llevó al cine en 1986 una de sus obras, “Hechos consumados”. Radrigán no quedó contento. “Como ejemplo, en la obra mencionan que pasa mucha gente, que pueden ser desaparecidos, cesantes, muertos, y éste para graficar eso puso una procesión de la Virgen del Carmen, con banderitas y toda la hueá. ¡Na’ que ver con la obra! (con mucho énfasis). ¡No entendió re ninguna hueá! O era una concesión para el tiempo en que la hizo, que era en dictadura. Pero, y si no, ¡que no la haga, poh!, ¿no es cierto?”.

 

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En el Teatro del Puente, Diego Bernales fotografió a Juan Radrigán en 2012.

CASI NO VE TELEVISIÓN. “Es horrenda la farándula. Son todos absolutamente estúpidos los de los reality; parecen escogidos con carnet. ‘¿Usted es estúpido?; muéstreme su carnet; ah, ya’ (hace como si estuviera revisando las entradas). ¡Y tan mentirosos!”.

Esa “cosa aterradora de Las Argandoña” le recordó el Palacio de Versalles. “¡Haciendo eso y la gente de los alrededores con muchas necesidades y hambre! ¡Millones y millones en esa tontera absoluta, ridícula! ¡Cuánta estupidez y cuánta pobreza soporta la democracia!”.

Le gustaría hacer algo serio sobre “esa payasada”. Reflexionar con ironía sobre esa “verdadera bofetada”. “No hay para qué insultarlos, porque ellos son un insulto en sí mismos”.

Toma vuelo.

“Y arrasan. Hacen esta cosa que llaman ‘Las indomables’ y arrasan”.

El mismo escozor le producen estas obras livianitas que predominan en cualquier festival de teatro. “Son entretención. El espectáculo no necesita conflicto. Yo digo que hay que desnudar a los personajes, pero sin sacarles la ropa. Cuando este teatro es infinitamente superior numéricamente al otro, significa que estamos mal. Lo mismo cuando abundan los garabatos, que esconden la falta de discurso, la falta de algo que decir”.

En una ocasión, se retiró de la presentación de “El toro por las astas” porque la llenaron de garabatos. El director era Alejandro Goic. “Yo me enojé mucho con él porque podía decir que no, y no lo hizo. Dejó que los actores siguieran metiéndole garabatos”.

—Es curioso, porque usted escribe mucho del pueblo, que habla con groserías.

—Pero yo pienso que se puede cambiar el lenguaje a uno más universal, más humano. ¡Si no hablan todo el día a puro garabato! Eso es una forma de discriminación. Yo le arranco al garabato porque es un recurso fácil.

—Sus pobladores hablan de manera poética.

—¡Claro! (se ríe con ganas). Trato.

En “Las brutas”, Lucía dice: “No tengai mieo, Luciana; morirse es igual que dormir, pero una dispierta en otro lao”. Luciana (abatida) responde: “Claro… ¿Por qué tenimos que matarlos, Lucía? ¿Por qué no poímos vivir?”

—¿Qué dijo Goic?

—Me importaba tan poco lo que dijera (se vuelve a reír); nunca más volví a hablar con él. Es la única vez que me ha pasado eso.

Se queda pensando y dice después: “Me salí no más”.

Nos ofrecen algo más. Un vasito de agua, pido. “Y les voy a cambiar el cenicero”, dice la garzona, severa “porque ya”…

De la nada, Radrigán observa: “Luis Barrales es bueno ahora, ¿no?”. Lo considera el mejor que ha surgido de los jóvenes al autor de “Hans Pozo”, “Las niñas araña”, “Rota”; destaca una de teatro callejero, “La Epopeya de Lucho Chaveta”.

Es hora de almuerzo. Todos están comiendo, pero nosotros tomamos sólo café, y fumamos. Suena música. Una española se sienta a nuestra mesa grande con su notebook y pide una sopa.

—Le gustaron las cosas que hizo Andrés Pérez sobre teatro callejero.

—Sí, me habría encantado trabajar con él en alguna ocasión.

—Antes de irse a Francia, Andrés había danzado en “Lautaro”, de Isidora Aguirre.

—Sí, si yo la vi.

—¿Era buena la obra?

—Sí, y como siempre le faltaba su profundidad. ¡Ella sabía muuucho sobre estructura dramática, sobre cómo escribir!… Sabía mucho, pero en la práctica…

—¿Cómo era como persona?

—¡Buena gente la vieja! (observa con ganas, campechano).

—¿Generosa?

—Sí, pero estaba obsesionada con “La pérgola de las flores”. Tú le hablabas de alguna panadería, le hablabas de la segunda guerra mundial, le hablabas de alguna revolución: “Sí, pero La pérgola de las flores”… ¡Ándate a la chucha! Tenía harto aburrida a la gente.

—Se transformó en un hito.

—Además que no mencionaba a (Francisco) Flores del Campo. ¡No lo mencionaba!, y le sacas la música y la “Tonada de Medianoche”, ¡y sonaste, poh!

Traen los vasos de agua y un nuevo cenicero.

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JUNTO A SU HIJO ECONOMISTA Y FLAVIA piensan instalar una librería donde se tome café, se hagan monólogos, “una cosa bien movida”. Y que atiendan algunos escritores un día de la semana. “Hoy atiende Oscar Hahn, por ejemplo. Lo convidamos. Y dramaturgos: que atienda un día Sieveking (se ríe de la sola idea), Marco Antonio de la Parra”.

—¿Es bonito trabajar con una hija?

—Sí; quisiéramos tener más tiempo. Pero ya lo vamos a conseguir porque estoy prácticamente jubilado (dice, confiado). Este año trabajé en seis universidades.

—Con el Premio Nacional quedó bien económicamente…

—Claro; por eso me quiero dedicar a trabajar con grupos pequeños y desconocidos. La mayor cantidad de teatro, la fuerza, la pujanza está en los extramuros. Se hace mucho teatro en casas desocupadas, en bodegas. Yo trato de ver mucho de ese teatro. Ahí está surgiendo un movimiento bueno. ¡Son todos jóvenes! Y lo hacen a pulso.

Porque el recurso es el Fondart, “que es una especie de circo romano: el que sobrevive lo recibe”.

—Es difícil acceder a eso.

—¡Cuesta tanto llenar esos formularios! (con mucho énfasis). ¡Te preguntan tantas cosas y te obligan a explicar todo: ¿cuándo compró este chicle?, y ¿por qué?, y ¿era necesario?

 

TODO ES TEATRO. CUESTA HABLAR DE OTROS TEMAS; BIELSA ES LA EXCEPCIÓN.

—¿Cómo lo hizo Bielsa para cambiar al equipo chileno?

—Con rigurosidad. Se notaba que estaban jugando a algo y que había ganas de ganar. Iba desde el mínimo detalle hasta el último. ¡Y estos desgraciados que lo hayan echado!, y era de las pocas alegrías que podía tener el pueblo.

—Sería su personalidad: una persona estudiosa, culta…

—¡Iba siempre al teatro! Fue a ver “Hechos consumados” y “Las Brutas”.

—¿Son de sus obras favoritas? ¿Cuáles son sus “hijas” favoritas, fuera de Flavia?

—Fuera de la Flavia no hay nadie (se le escapa). O sea, la Rocío (intenta corregir). Entre las obras, hay una que no hemos dado nunca y que me gusta mucho, “El Príncipe Desolado”. Es la única que no hemos montado.

—¿Por qué?

—Porque dicen que es contra la Iglesia, lo que es una mentira. Es la historia de Luzbel, de cuando fue designado para que fuera el mal. Para que no se derrumbara el Paraíso; “¡si aquí estamos muriéndonos de tedio!”, decían ellos. Algo tiene que pasar… “Vos vai a ser el malo”, le dijeron.

—Bueno, en Job aparece sentado al lado de los ángeles.

—Absolutamente, y haciendo una apuesta ahí con Dios, poh.

—“¡Se las dai facilito a Job!”…

—Claro: “¡Déjamelo a mí, poh!”. Y lo hicieron zumbar. ¡Oye, eso es terrible!: dos dioses, fíjaté, con el pobre… Le mataron las ovejas, le mataron los amigos, le mataron los parientes, lo llenaron de llagas… Y después los huevones vinieron y le devolvieron todo, pero no es lo mismo (reflexivo y con sentimiento). Job debió haberles hecho: “¡Toma, huevón, déjame así!” (haciendo un gesto futbolístico).

—Siempre hablan de Job como símbolo de la resignación, pero él estaba indignado.

—¡Indignadísimo!

—Cuando llegan los vecinos a hablarle, estaba muy molesto.

—¡Furioso!: “Maldito el día en que nací”…

—“Perezca el día en que nací y que fue dicho ‘un niño fue hoy concebido’; conviértase ese día en tinieblas”… (Job, 3,3).

—Eran democratacristianos esos tres amigos que trataban de aconsejarlo, que le dicen que algo tenía que haber hecho (se ríe con ganas de su ocurrencia).

En “El Príncipe Desolado”, Luzbel llega a las puertas del Paraíso con su mujer, Lilith, enferma. Pide que le den remedios. “Pero ellos no pueden entrar al Paraíso porque son el mal. Entonces, la deja en la puerta, y los cuidadores que están ahí son sus hijos”.

Luzbel es un maldito y es eterno, no puede morir. “Dondequiera que va es rechazado. Toda la Tierra es de Dios. No tiene dónde estar. Lo único que quiere (se ríe) es que le devuelvan la muerte. Y no se la devuelven porque se arma el tremendo lío sin el mal, pues”.

—Sin el mal, todavía tendríamos a Bielsa.

—¡Estaríamos bien ahí!, esperando los partidos… (Con asados jugosos y pebre.) No les importó nada. (Cambia de enfoque.) ¡Qué ermitaño el tipo! Calzó muy bien aquí, ¿no? Cuando perdieron con Brasil, estuvo hasta como el amanecer paseándose, pensando.

—En qué actor ha pensado para representar a Luzbel.

—Me encantaría Pancho Melo. Pero el temor a la Iglesia es peor que el temor al Ejército. THE END

 

Dos años después, en enero de 2015, Francisco Melo fue Luzbel en el estreno de «El Príncipe Desolado» en Matucana 100.