El autor de “Llorando en el andén”, “Si me miran a los ojos”, “El rey y yo” y más de 200 composiciones populares dejó de existir en Melipilla el 28 de agosto de 2014. Detective, bailarín, compositor, cantante, escritor, brilló en muchas facetas. Decía haber descubierto lo que le gustaba a la gente.
“Toda la gente ya saliendo va de la estación, y este bullicio cruel aumenta mi gran ansiedad”…
No fue una sorpresa cuando me avisaron que mi tío Osvaldo —el destacado compositor Osvaldo Jeldres— había fallecido (el jueves 28 de agosto de 2014). Ya los últimos sobrinos que lo visitaron en una casa de reposo en Melipilla habían dicho que se estaba apagando, que se estaba extinguiendo.
No tuvo hijos mi tío Osvaldo en sus 84 años; nunca se casó.
Yo no quise ir a verlo en sus últimos momentos (llevaba varios meses con Alzheimer), preferí recordarlo gracioso, como la última vez que me convidó a comer unas ostras en calle Holanda, frente al antiguo Hospital Militar y me confesó que durante su vida había sido terriblemente flojo:
“¡Por Dios que he sido flojo!”, me dijo de repente. “¡Tuve tantas oportunidades!, ¡podría haber hecho tantas cosas!, ¡pero fui terriblemente flojo!”.
En los años 60, mientras me enseñaba lo peligroso que era sacar la dama muy al comienzo en el ajedrez, mi tío Osvaldo me comentaba que él había sido muchas cosas y podría ser muchas otras, y que si le iba mal, simplemente se dedicaba a algo más.
“En cada rostro yo creo verte pasar, todas las cosas giran y se van… con el rugir del tren.”
Comenzó siendo detective. “Rati”, decía él. Cuando en 2007 se celebró el centenario de Quitratúe (el pueblo natal de los numerosos hermanos Jeldres), la productora Grafitel TV entrevistó a Osvaldo. Allí cuenta que, después de estudiar en un liceo de Temuco, se vino a Santiago a estudiar medicina veterinaria en la Universidad de Chile, pero que simultáneamente trabajó para la policía de Investigaciones.
Después, fue bailarín del Ballet Nacional Chileno. Un artículo publicado por Yolanda Montecinos en la Revista Musical Chilena en 1962 cita varias participaciones de Osvaldo Geldres.
(En ese tiempo, mi tío se escribía “Geldres”, con “g” y con “s”. Después pasó a “Jeldres”, con “j” y con “s”; en los últimos tiempos, se firmaba “Jéldres”, con “j”, con “s” y con acento —que no corresponde— en la primera “e”.)
En 1957, bailó de huaso con Gloria Legisos (Miss Chile en 1954) en “Milagro en la Alameda”, de Ernst Uthoff —en esos tiempos el Ballet Nacional funcionaba en el Teatro Victoria. Fue juglar en El Saltimbanqui (1961), también de Uthoff, junto a la querida Chela Gilberto y a mi maestra Elly Griebe. (Cuando yo ingresé a Danza, en 1972, mi tío me decía: “Lo que más debes cuidar es la espalda”.)
Fue Pueblo en “Surazo”, de Patricio Bunster (1961).
Yo lo vi en Coppelia una vez que la fueron a presentar a un auditorio en Tejas Verdes (era el esqueleto). Nosotros vivíamos en San Antonio en ese tiempo, y mi tío aparecía por allá en un “huevito” (Isetta BMW), uno de los autos más divertidos que se haya inventado.
(ESTRIBILLO: OSVALDO TENÍA UN TALENTO ESPECIAL PARA LOS ESTRIBILLOS):
“¿Por qué no estás? ¿Por qué tú no has llegado? ¿Debo pensar que hoy ya te perdí? ¿Debo creer que tú me has olvidado? Todas las cosas me están diciendo ‘¡sí!’.”
Osvaldo estaba siempre riéndose. Era muy divertido. Contaba chistes infinitamente. Decía que era como se entretenían con el cuerpo de baile cuando andaban en gira. Le gustaba pelear con mi papá (doce años mayor) en la playa. Gozaban revolcándose como cachorros en las arenas de Llolleo.
Y así como había sido detective, así como había sido bailarín, de un día para otro amaneció escribiendo canciones: autor y compositor, como le gusta observar a él, ya que componía la letra y la música. Eso me decía mientras destrozaba mis jugadas de ajedrez y me comía la dama. “Nunca expongas la dama al comienzo del juego: lo importante es que hagas participar a todas las piezas”.
No es trivial escribir letra y música: dos de los más grandes compositores de todos los tiempos (Richard Rodgers y George Gershwin) sólo hacían la música. En el caso de Rodgers, la letra de sus canciones fue de Lorenz Hart o de Oscar Hammerstein II; en el de Gershwin, de su hermano Ira.
Osvaldo Jeldres tiene ¡217 canciones! inscritas en la SCD.
Uno de sus primeros temas fue un tremendo éxito interpretado por Marisa: “Llorando en el andén”, una canción con ambiente de trenes, que recuerda tal vez a su hermano Tránsito Segundo Jeldres, el querido tío “Chundo”, ferroviario de toda la vida… (La alusión a los ferrocarriles ha sido frecuente en la música popular. Poco antes había triunfado “El twist del tren”, de Sergio Inostroza. Más reciente es el “Tren al sur”, de Jorge González.)
Con Marisa también obtuvo Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar 1971 gracias a “Si me miran a los ojos”. (En la entrevista que le hace Grafitel TV, Osvaldo se enorgullece de la versión que hace el puertorriqueño Danny Rivera de esta canción, que tuvo mucho éxito en Estados Unidos.)
Volvió en 1974 al Festival de Viña con Arturo Millán y “Tierra, tierra, mi tierra”, dedicada a su pueblo natal. En los comentarios de YouTube se lee: “es imposible no destacar quien escribió con tanto sentimiento cada letra de sus canciones como es don Osvaldo Jeldres, un hombre de rasgos sencillos, nacido en 1929 en Quitratúe”.
Por esos años, mi tío era devoto de Il Bosco, el restaurant de la Alameda cerca de San Antonio. Yo me lo encontraba a veces por ahí y nos comíamos un sándwich. Allí estaba toda la bohemia, comandada por Rodolfo Gambetti.
Volvió a ganar la Gaviota de Plata en 1990 con José Luis Arce y “Pero más vale el amor”. La canción originalmente iba a ser interpretada por Alejandro de Rosas.
Desde 1970 en adelante, Osvaldo participó en muchos festivales a través de todo Chile y en el extranjero. Y ganó muchos de ellos. Su tarjetón menciona el de Angol, el de la Guinda (éste era en El Romeral, de Curicó hacia la cordillera), el de la Uva y Durazno, Molina. Uno de sus favoritos era el Festival del Huaso de Olmué.
En la entrevista de Grafitel TV comentó que había ganado un festival en Colombia. También lo hizo en Roodepoort (Sudáfrica), Trujillo (Perú), Grecia, Brasil, Venezuela…
Durante algún tiempo —después que Fernando Ubiergo pone de moda a los “cantautores”—, también se presentó como intérprete en muchos festivales. En las fiestas familiares, sacaba un cassette con la base musical y se ponía a cantar sin hacerse de rogar “Pero más vale el amor”.
A mí, personalmente, me gustaba mucho la canción “Sus bellos ojos negros”, que cantaba María Teresa, una cantante muy popular de la Nueva Ola hacia 1966. Ella era española, me parece, e hizo hartas fotonovelas (muchas veces junto a Larry Wilson), como se acostumbraba en esos tiempos.
Es curioso que muchos van a recordar a Osvaldo Jeldres por el tema que samplearon los Beastie Boys y que después fue incorporado en el juego Grand Theft Auto V (GTA V). La canción “El rey y yo” data de 1969. Los Beastie Boys la samplearon en el tema “The Move” (minuto 2:55) del álbum “Hello Nasty” (1998).
Jeldres estaba orgulloso de esta inclusión de su tema en una canción de los Beastie Boys. Él usaba unos tarjetones de visita gigantescos que por un lado decían “Osvaldo Jéldres, autor y compositor” y por el otro lado exhibían un escueto listado de grabaciones (no cabrían sus 217 canciones) que encabezan los Beastie Boys. Le siguen Los Ángeles Negros, José Luis Rodríguez (“el Puma”), Cecilia, Marisa, Antonio Zabaleta, Dean Reed, Gloria Benavides y Danny Rivera, entre otros).
El caso del cantante estadounidense Dean Reed fue curioso. Nacido en Denver (Colorado), tuvo varios éxitos a fines de los años 50, como “Nuestro romance veraniego”, “Un par de tijeras” y “La búsqueda”. Estas canciones fueron muy populares en Chile en ese tiempo; las radios las tocaban todo el tiempo. Dean Reed comenzó a venir mucho a nuestro país, cantaba en las radios, lo entrevistaban. Le encantaba gritar “¡Viva Chile, mierda!”. Lo encontraba lo más divertido. Después, pasó a militar en la izquierda, y le llamaban “El Elvis Rojo”.
En una disquería de Buenos Aires, al lado del mítico Rex, en Corrientes, encontré un álbum entero (creo que de 1972) compuesto por Osvaldo Jeldres y cantado por Dean Reed. Me llamó la atención porque el tío Osvaldo nunca fue de izquierda. Un día le pregunté por qué había hecho ese disco. Nos encontramos en la calle Bernarda Morín: él iba a buscar su cheque de la SCD; yo trabajaba en Conicyt. Almorzamos en el Café Real Madrid, de Salvador. Mi tío me contó que en ese tiempo él era asesor del sello Odeón, y le pidieron que compusiera estas canciones para Dean Reed, y él lo hizo.
La verdad, mi tío componía de todo. También hizo mucha música chilena. PortalDisc ofrece para descargar el álbum “Donde termina la tierra” (2006), “una selección de sus mejores obras musicales chilenas”; se incluye una hermosa canción de cuna: “Duraznito en flor”. También, “Seamos como los niños”, que ganó el Festival de Angol con Los Cantores del Sur.
Sin ser religioso, hizo canciones para el Padre Hurtado.
Como es natural, le gustaba escribir poemas. Tenía un libro de “poemas ecológicos para niños”: “Para comprar un mañana” (Editorial San Pablo, 1994), que fue considerado como material didáctico complementario de la educación chilena.
Pero lo suyo era la música popular: quedar en el alma del pueblo. Alguna vez, hace mucho tiempo, me comentó: “Yo sé lo que le gusta a la gente, y eso es lo que les doy”.
Ahí se quedó Osvaldo, en el corazón de la gente.
Osvaldo Jeldres no va a morir nunca.
Sus canciones se quedaron en el pueblo.
(ESTA ES LA MEJOR PARTE):
“Gritos y risas me llegan desde lejos. ¿Estarás tú riendo así también? Y el viento aquí se ha llevado un lamento de un corazón que llora en un andén.”
Marisa, quien tuvo la gentileza de acompañar a Osvaldo en su último momento en Melipilla, me contó que cuando cantaba esta canción era impresionante, porque todo el público se la sabe y la corea sin cesar.