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Chuck Berry en 1988

lunes, marzo 20th, 2017

No necesité buscar un CD de Chuck Berry cuando me enteré hoy que había fallecido a los 90 años: mi CD de Chuck Berry está siempre al lado del equipo de música.

También está por ahí el cassette del programa que hicimos para Radio La Clave (92.9 FM) el domingo 4 de septiembre de 1988. (¡Han pasado casi 30 años!) El animador era el clásico Miguel Davagnino.

Tengo marcadas con un destacador amarillo mis canciones favoritas: Almost Grown (que tiene uno de esos coros divertidos), Johnny B. Goode (que va camino a otra galaxia en el Voyager), Little Queenie (que los Rolling Stones tocan con entusiasmo), Sweet Little Rock’n Roller (que tuvo una gran versión de Rod Stewart), Reelin’ and Rockin’ (los Dave Clark Five cubrieron maravillosamente esta canción), Too Much Monkey Business, No Particular Place To Go, Memphis Tennesee (una gran canción para los Animals) y Hail! Hail! Rock ‘n’ Roll.

Por aquellos tiempos (¡han pasado casi 30 años!), yo trabajaba y escribía en la «Revista del Domingo» de «El Mercurio», y me enteré de que se estaba estrenando en Estados Unidos un documental llamado Hail! Hail! Rock ‘n’ Roll (¡Salve, rocanrol!). El principal productor era el guitarrista de los Rolling Stones (Keith Richards), que ama profundamente la música de Chuck Berry. (En sus primeros tiempos, los Rolling Stones tocaron varias canciones de Chuck Berry, como Come One, Oh, Carol! y Around and Around, una canción de 1958.) El director, Taylor Hackford, el de «Reto al destino».

Entonces, hice esta crónica, que bauticé «En el nombre del rock».

Chuck Berry es el rocanrol

Chuck Berry en la Revista del Domingo de El Mercurio el 4 de septiembre de 1988.

 

EN EL NOMBRE DEL ROCK

Estados Unidos le dice «¡salve!» a Chuck Berry, héroe rock de los años 50. Estrenan película y publican libro sobre su vida.

Texto: Alexis Jéldrez

SI tuviera que darle otro nombre al rock, ¿cómo lo llamaría?

-Chuck Berry -respondió John Lennon hace varios años al presentar a este guitarrista, cantante y compositor negro en un programa de televisión.

En nuestro país casi no se lo ha escuchado.

-Algo sonó en la radio -nos dice el animador Miguel Davagnino-. No al nivel de la calidad que tiene. Más se supo de su influencia sobre otros artistas.

El coleccionista de discos rock Carlos Arancibia Castillo nos explica:

-Lo que pasa es que su sello no tenía representación acá. Las radios lo programaron muy poco.

No obstante, medios especializados cotizan a Chuck como el pionero más importante del rock. Desde aquellos tiempos en que se llamaba «rocanrol».

«Just let me hear some more that rock ‘n’ roll music, any all way you choose it» («sólo déjame escuchar un poco más esa música de rocanrol, de cualquier manera que quieras»), cantaba John Lennon en la década del 60, pero la letra y la música eran de Chuck Berry. «It gotta be rock ‘n’ roll music, if you wanna dance with me» («tiene que ser música de rocanrol si quieres bailar conmigo»).

La canción data de 1957. Dos años antes, Chuck Berry la había pegado con su Maybelline, «why don’t you be true» («por qué no dices la verdad»). El single se alineó en los wurlitzers entre los del patilludo Elvis Presley, del afeminado Little Richard, del gordinflón Fats Domino, del enroscado Bill Haley.

Considerado el primer poeta rock, sus letras reflejan los intereses de la efervescente juventud de la época de Peggy Sue: autos, colegios, chicas, música, wurlitzers, bailes. Abundan en referencias sexuales. Son pervertidas, agresivas. Chuck Berry fija la imagen del artista rock como un «fuera de la ley».

 

ERA INTERÉS POR EL ESPAÑOL

Chuck Berry es el rock

Chuck Berry es el rocanrol.

En su Roll Over, Beethoven, se mofa de la música clásica:

«You know my temperature is risin’, the jukebox blowin’ a fuse!

My heart is beatin’ rythm and my soul keep a-singin’ the blues.

Roll over, Beethoven, and tell Tchaikovsky the news!»

(«sabes que mi temperatura aumenta, al wurlitzer se le revientan los tubos,

mi corazón lleva el ritmo y mi alma sólo canta el blues.

Apártate, Beethoven: dile las novedades a Chaikovski.»)

El tema de 1956 lo conoció una generación posterior en la versión de los Beatles.

Pero el éxito más notable de Chuck Berry fue Johnny B. Goode, de 1958, la historia de un joven campesino que triunfa como astro rock en la gran ciudad. Johnny llega incluso más lejos: va camino a otra galaxia a bordo del Voyager, como muestra del buen gusto de la cultura terrícola.

También es Chuck Berry el primero en darle preponderancia a la guitarra eléctrica. La usa como un símbolo de virilidad, como un apoyo visual. Recorre el escenario, rodillas flectadas, efectuando su «caminata de pato» (duck walk) mientras puntea melodías con facilidad y rapidez.

Basado en el rythm and blues, su manera de tocar será la base para esos magníficos guitarristas solitarios de los años 60 como Jimi Hendrix, Jimmy Page y Eric Clapton.

A fines de los años 50, todo marcha estupendo para Chuck Berry. Ha impuesto un gran éxito, Sweet Little Sixteen (Dulces 16 años), se muda al barrio más elegante de Saint Louis, crea un maravilloso club nocturno, da recitales junto a Bill Haley o Little Richard…, cuando la chica del guardarropía de su club (una niña de 14 años) acusa a Chuck Berry de trasladarla de Nuevo México a Saint Louis con propósitos inmorales.

Eso es un delito federal.

El prolongado juicio  demostró que ella, pese a su corta edad, trabajaba como prostituta cuando el cantante la conoció, y que había acudido con él por su propia voluntad.

Chuck Berry sostiene que su interés por ella se reduce a que la chica hablaba muy bien español, un idioma que él esperaba utilizar en sus composiciones.

Varios años pasó en prisión.

POCO QUE CONTAR

Chuck Berry, ¡rocanrol!

Cuando recupera su libertad en 1964, ya nada era lo mismo. Su familia lo ha abandonado, su club nocturno ha cerrado, la música rock ha cambiado.

Como en el comentario de Heráclito, ni siquiera él es el mismo: en algún momento, en algún lugar había perdido su modito alegre y despreocupado. Se veía distante, taciturno, amargado.

Nunca tanto como para dejar de cantar. No cree que jamás lo haga, confesó hace poco. Al cumplir 60 años en enero de 1986, uno de sus discípulos, el guitarrista Keith Richards, de los Rolling Stones, le preparó una verdadera fiesta musical. (El primer single de los Rolling fue un tema de Berry, Come On.) El director Taylor Hackford (Reto al destino) filmó la presentación y gestó la película Chuck Berry: Hail! Hail! Rock ‘n’ Roll (Chuck Berry: ¡Salve! ¡Salve!, rocanrol). No hay mucho entusiasmo por traerla a Chile.

Junto con el filme, Chuck ha estado ocupado promoviendo su libro Chuck Berry: The Autobiography (vale como 5 mil pesos). Y amenaza con una próxima obra en la que revelará su activa vida sexual. Aunque, señalan algunos, queda poco que contar.

Es su vicio. No consume alcohol ni drogas. «Siempre he estado sobrio.» Pero las mujeres lo tientan. A pesar de esto, lleva cuarenta años casado con Toddy, madre de sus cuatro hijos. rdd

  • Escuchemos música de Chuck Berry hoy a las 22 horas en Radio La Clave, 92.9 FM.

 

 

 

 

 

Acá está El Rey del Rock

miércoles, octubre 5th, 2011

Elvis, ídolo de los coléricosAgosto de 1987. Falta una semana para que se cumplan 10 años de la muerte de Elvis Presley. En la «Revista del Domingo» de «El Mercurio» propongo celebrarlo con una crónica en portada y centrales.

En una época sin Internet y sin las facilidades de comunicación actuales, una fuente básica de la información que conseguí fue una maravillosa colección de la revista «Ecran» que la «Revista del Domingo» había adquirido. Estaban todos los números de los años 50 y 60 magníficamente empastados.

De allí surgió la referencia a Camilo Fernández, el gran productor musical de la Nueva Ola (Q.E.P.D.). En 1957, él se había manifestado crítico de Elvis, favorable a Pat Boone. Yo creo que su punto de vista era compartido por muchos en ese momento.

Le dolió la publicación a Camilo Fernández. Envió una larga nota justificando su posición. Se publicó el 13 de septiembre de 1987: «La reacción fue violenta, y los juicios, apresurados», confiesa. «La irrupción de Presley fue una bomba en el centro de nuestra burbuja cultural. Convirtió el canto en un grosero atentado sexual».

El diseño de la crónica es de mi gran amigo Carlitos Olavarría (Q.E.P.D.), a quien le dedicó esta republicación.

Nada me gustaba más que escribir historias de rock en la «Revista del Domingo»: unía dos de mis grandes pasiones: la historia y la música, y, dentro de la música, el rock. En este mismo volumen empastado de la «Revista del Domingo», también hay una crónica sobre los Doors, sobre Maurice Ravel, sobre el compositor chileno Andrés Alcalde (compañero mío en el Conservatorio), sobre Gershwin y sobre el músico brasileño Heitor Villalobos. Ya las irán viendo…

Todas ellas fueron acompañadas por programas en la radio. ¡Ah, no! ¡Si yo era muy multimedios en los años 80! Siempre llamaba a una radio y les pedía que hicieran un programa. Este, de Elvis, fue en la Radio Infinita, 100.1 FM Stereo, a las 19 horas, el domingo 9 de agosto de 1987.

Debo agradecer el aliciente que me dieron Verónica Núñez y Marco Peña, del programa «Días Felices», de Radio Agricultura, para digitalizar este material y publicarlo. Era una cosa que siempre había tenido pendiente, pero nunca atinaba.

El programa «Días Felices» va todos los domingos de 11 a 13 horas en Radio Agricultura 92.1 FM.

Elvis Presley: Idolo de los coléricos

martes, octubre 4th, 2011

Rebeldía con clase
REBELDÍA CON CLASE: El grito es «lo joven es hermoso». A pesar de su apariencia, era humilde y cortés.

 

No sólo James Dean atrajo seguidores en la época de las casacas negras y las motonetas. Elvis Presley los hizo bailar. El próximo domingo se cumplen diez años de su muerte.

CON sus pantalones negros ceñidos, su vis­tosa camisa con cuello levantado, su largo pelo y sus patillas, el Rey enfrenta a la multitud.

—Me gusta comenzar mis conciertos con el himno nacional —dice por el mi­crófono con su inglés arrastrado y de vaga pronunciación—. ¿Se pondrían to­dos de pie, por favor?

Y las 15 mil personas, que copan el estadio de Seattle, se levantan.

Elvis toma la guitarra, se retuerce una vez más, toma aliento, y estalla en un violento rocanrol: «You ain’t nothing but a hound dog. . . (No eres más que un sabueso).»

La multitud, sorprendida, enloque­ce. El público de las galerías se mueve hacia arriba y hacia abajo, como una gi­gantesca estrella de mar. Ni siquiera se escucha la voz de Elvis. Ocurre en 1957.

La irreverencia será uno de los dis­tintivos de Elvis Presley, El Rey, el in­comparable, el sin par ídolo de la mú­sica popular, fallecido hace diez años.

Pero Elvis era algo más que un cantan­te. Fue un símbolo de rebelión. Un grito de lucha. Newsweek lo llama «el niño que abrió la brecha generacional». El creador de una música que los jóvenes pueden lla­mar suya, ya no de sus padres.

Eclipsa así a esas estrellas de cine y vocalistas de centros nocturnos que rei­naban en el mundo de la canción. A Frank Sinatra y Bing Crosby.

En Latinoamérica, relega a lugares secundarios a chilenos como Antonio Prieto y Lucho Gatica. Y empequeñece los triunfos de Miguel Aceves Mejías, con La cama de piedra, y Libertad Lamarque, con Fumando espero.

Todo comienza en enero de 1956 con estos sones: «Well, since my baby left me,/ found a new place to dwell/ down at the end of Lonely Street/ at Heartbreak Hotel.» («Desde que mi chica me dejó,/ encontré un nuevo lugar para vivir/ al final de la Calle Solitaria/ en el  Hotel Nostálgico.»)

Elvis tiene 21 años; su rudo y sagaz empresario, el Coronel Tom Parker, le consigue un fabuloso contrato con la RCA, que edita Hotel Nostálgico, y ven­de un millón de discos en un suspiro.

SALIR DEL MONTON

Atrás quedan los días de miseria en Tupelo, Mississippi; los días de camionero en Memphis. Atrás, sus giras por los estados del sur estadounidense, pro­movido como El Gato Montañés.

Ese mismo enero debuta en televi­sión. Canta: «Puedes quemar mi casa, ro­bar mi auto, beber mi sidra de mi viejo ja­rro; pero no pises mis zapatos de gamuza azul. Puedes hacer cualquier cosa, perc apártate de mis zapatos de gamuza azul.»

La letra debe haberla disfrutado este tímido chico que tarda un cuarto de hora en peinar su «copete» y su «gatito». Que adora la ropa vistosa. Que usa tenidas de terciopelo o de cuero. Que disfruta las chaquetas rosadas.

Que, ya en el liceo, gustaba deslum­brar, llamar la atención.

—Quería ser diferente y parecer de más edad —cuenta Elvis a una periodista en marzo del 57—. El único modo fue dejarme el pelo largo y usar ropa negra. Mis compañeros me molestaban muy a menudo por mi aspecto, pero no desistí. Incluso entonces sabía que para destacar del montón había que ser distinto.

No sólo sus canciones se ponen de moda, sino TODO él. Sus ojos adormi­lados, su boca chueca, sus contorneos y estremecimientos al cantar.

CRITICAS CRIOLLAS

Chile se llena de elvispresleys. Con casacas negras circulan sobre raudas motonetas, escuchando las primeras radios a pilas por las que sale su música.

A Camilo Fernández, entonces co­mentarista de discos de revista Ecran, le disgustaban estos imitadores. «Pantalones ajustados, patillas, pelo largo, se identifican en la calle», reseña para la Navidad del 57. «Bailan muy bien «rock» y no pierden tiempo en conversa­ciones con una muchacha: bastan los he­chos (. . .). Están reñidos con la conver­sación inteligente o culta.»

Decía que Elvis era el «creador de un estilo vocal que ha causado más daño a la música popular que todas las influencias negativas en medio siglo».

Se quejaba de «las convulsiones de Presley, su fraseo entrecortado, sus alu­siones sexuales en gestos y canciones, que se hacen groseras».

Fernández, por aquella época, tenía el remedio. «Si se necesita un modelo, es preferible imitar a Pat Boone», que era «un muchacho culto, sano, educado, uni­versitario, padre de tres hijas, enamorado de su mujer».

No estaba solo en sus ataques. En Estados Unidos, Frank Sinatra llama al rock «la forma de expresión más brutal, fea, desesperada, viciosa».

Ed Sullivan —rey de la televisión estadounidense— jura que Elvis jamás pisará su show. Pero cuando el Coronel Parker lleva a su pupilo al programa de la competencia y su rating baja brus­camente, Sullivan renuncia a todo y de­sembolsa inconcebibles 50 mil dólares para captar a Presley.

CONTORSIONES VENDEDORAS

Se presenta tres veces entre el 8 de septiembre del 56 y el 6 de enero del 57. Sólo en el tercero lo censuran: lo mues­tran de la cintura para arriba, para que no vean cómo Elvis mueve la pelvis. (Le dicen «Elvis the Pelvis».)

El crítico musical Greil Marcus está de acuerdo con la censura. El revisó los videos un cuarto de siglo después y con­cluyó: «Si apareciera hoy en televisión, el espectáculo no sería menos chocante.» A pesar de que considera a Presley «una fi­gura suprema» en la vida estadouniden­se; sin comparación.

Y por qué se mueve así. Elvis:

—En mi primera aparición después que comencé a grabar, yo estaba en un show en Memphis donde comencé a hacer eso. Estaba haciendo una canción rápida, uno de mis primeros discos, y todo el mundo estaba vociferando, y yo no sabía por qué gritaban así. Me fui del escenario y mi manager me dijo que ellos gritaban porque yo me estaba contorsionando. Bueno, volví por un bis y, entonces, hice un poco más, y mientras más lo hacía, más locos se ponían.

Pero no es tan así la cosa. A los 18, cantaba spirituals y movía las caderas, lo que ponía en situación engorrosa a sus compañeros de canto. En los estudios de RCA, Elvis …movía las caderas, lo que molestaba a los ingenieros porque se ale­jaba del micrófono. El jefe de sonido le pide que se quede tranquilo.

—No, no puedo —responde Elvis—. Lo siento. Comienzo a cantar y los mo­vimientos son involuntarios.

SIGUIENDO A JAMES DEAN

Cuando pasa a Hollywood, Elvis se propone emular a James Dean (fallecido un año antes) y a Marlon Brando, sus ídolos. Ellos representaban la primera ola de rebelión de una juventud disconforme. Surgen los beatniks, antecesores de los hippies.

Es la onda popular. En un nivel más culto, en el ensayo, la novela y, so­bre todo, en el teatro, habían surgido antes en Gran Bretaña los jóvenes ira­cundos, con Harold Pinter y John Osborne (Recordando con ira). En el mismo ámbito, crece en Estados Unidos la Beat Generation, con Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti. Ellos expresan el desengaño de los jóvenes por la sociedad de consumo.

El Coronel Parker aprovecha el ci­ne como catapulta para su estrella. Se le ocurre sacar 500 copias simultáneas de la película para estrenarla en igual nú­mero de salas. Cosecha ganancias fabu­losas. Además, comercializa a paso de pulga las bandas de sonido de los fil­mes: primero como singles; luego, como álbumes.

En Chile lo instalan de inmediato en el podio de los diez actores favoritos. Lo superan Yul Brynner, Rock Hudson y, sobre todo, el inefable James Dean.

Sus bolsillos engordan una barba­ridad. En semanas llega a ganar hasta 50 mil dólares en presentaciones per­sonales, más los que le pagan por pelí­cula y por aparecer en televisión, más los millones de discos vendidos… Du­rante 1956, su primer año, recauda 1 millón 900 mil dólares.

«PREFIERO MANEJAR CAMIONES»

Primero compra un Cadillac rosa­do. Después, uno negro; otro amarillo, una limosina negra. Un Lincoln blanco; un coche deportivo Messerschmitt. Pero lo que más le gusta es pasear por las ca­lles de Memphis —¡soplado!— en su moto Harley-Davidson, llevando a bel­dades hollywoodenses como Natalie Wood, quien viaja especialmente a Mem­phis para conocer a sus padres.

También adquiere una mansión de 23 habitaciones, que denomina Graceland (La Tierra de la Gracia). En ella fa­llecerá veinte años más tarde.

Le encantan el cine y los parques de diversiones. No va así no más; los arrien­da para él y sus amigos. Y maneja los pe­queños automóviles, lanza pelotas de tra­po a los monos porfiados, dispara a las hileras de patitos y gana ositos de felpa.

Tiene sueño intranquilo. Se acuesta a las dos, a las cuatro de la madrugada, y duerme, mal, hasta mediodía.

De gustos sencillos, es bueno para las hamburguesas, el pollo asado, la car­ne de cerdo, los emparedados, la leche, los helados.

Y para contorsionarse.

El Coronel Parker y otros ejecuti­vos le han pedido que suavice sus inter­pretaciones. Elvis se opone:

—Si tengo que limitarme a mi voz, prefiero volver a manejar camiones.

Tal como crece el número de sus admiradores, aumenta el de los detractores. Con el objeto de sacarlo de circulación, gran cantidad de gente envía diariamente cartas a la Oficina de Re­clutamiento, pidiendo que enrolen al ídolo.

LA PARADOJA DE ELVIS

Finalmente, el 24 de marzo de 1958, a las 6.30 de la mañana, Elvis se incorporó al Ejército.

A su regreso en 1960, venía con el pelo a lo Sansón: cortito. Suave.

Y se dedicó a cantar baladas como su famosa versión de O Sole Mio que él llamó Ahora o nunca.

—El período previo no era hacia los adultos. Era solamente para la juventud. Ahora hace una música más pausada, más melódica. Ya dejó de ser el lolito del rocanrol con todos sus movimientos que llegaba más bien a las quinceañeras; em­pezó a llegar a todo tipo de público —explica la fan chilena Mireya Campos, profesora de alemán, que lo sabe todo sobre Elvis y posee una espectacular co­lección de más de un centenar de discos suyos.

A fines de los años 60, Elvis comen­zó a presentarse de manera habitual en Las Vegas. Le pagaban 100 mil dólares por noche.

Al momento de morir —con 115 ki­los y una docena de tranquilizantes dis­tintos en el cuerpo—, se le consideraba un destacado vocalista de centros noc­turnos. Como ésos que él mismo había eclipsado. Tenía 42 años.

Texto: Alexis Jéldrez

9 de agosto de 1987